lunes, 5 de septiembre de 2011

13. Um Napishti narra el diluvio. Gilgamesh, Um Napishti y su esposa.

Tableta XII, con el relato del diluvio





Tableta XI[1]

Gilgamesh[2] le dice a a Um Napishti el lejano: 1

“Cuando te miro, Um Napishti,

no te veo en nada diferente a mí;

eres en todo como yo.

Tienes, al igual que yo, un corazón valeroso para afrontar el combate, 5

y como yo reposas sobre el costado o sobre la espalda.

Pero entonces, ¿cómo pudiste presentarte ante la Asamblea de los dioses

para demandarles la vida eterna?”

Um Napishti responde a Gilgamesh diciéndole: 8

UM NAPISHTI NARRA EL DILUVIO

“Te revelaré, Gilgamesh, algo oculto;

un secreto de los dioses te contaré: 10

Shurippak -una ciudad que tú conoces,

que está sobre las márgenes del Éufrates-

era ya una ciudad antigua, tanto como los dioses en ella,

cuando su corazón indujo a los grandes dioses a producir el diluvio.

Estaban Anu, su padre,

el valiente Enil, su consejero,

Ninurta, su asistente,

Ennuge, su inspector de riego,

y Ninigiku-Ea también estaba presente con ellos.

Las palabras de ellos, Ea se las repite a la choza de cañas: 20

‘¡Choza de cañas, choza de cañas! ¡Muro, muro!

¡Choza de cañas, oye! ¡Muro, medita!

¡Hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-tutu,

derriba esta casa, construye un barco!

¡Deja tus posesiones, busca tu vida!

¡Abjura de las cosas, salva tu alma!

Sobre el barco pondrás la simiente de toda cosa viviente;

el barco que construirás,

debe ser medido en sus distintas partes.

Será igual en ancho y largo;

con el Apsu lo techarás.’ 30

Yo comprendí y le dije a Ea:

“Señor, lo que así me has ordenado,




[2]Texto asirio A.

me sentiré muy honrado de cumplirlo.

Pero ¿qué responderé a la ciudad, al pueblo y a los ancianos?”

Y así me respondió él a mí, su sirviente:

“Les hablarás de este modo:

‘He comprendido que Enlil me es hostil,

de modo que ya no puedo residir en vuestra ciudad, 40

ni posar el pie en territorio de Enlil.

Por tanto descenderé al Abismo

para vivir con mi señor Ea;

pero él hará llover sobre vosotros la abundancia:

los más selectos pájaros, los más extraños peces.

El país se llenará de ricas cosechas:

aquel que por la noche ordena reverdecer las vainas,

hará llover sobre vosotros una lluvia de trigo.’

CONSTRUCCION DE LA NAVE

Con el primer brillo del alba,

el país se reunió conmigo.”

(Sigue un trozo demasiado fragmentario para traducir). 50-53

“Los pequeños trajeron betún,

y los más crecidos traían todo lo demás que era necesario.

Al quinto día puse su armazón:

un acre ocupaba su piso,

120 codos de altura cada pared,

y 120 codos cada borde de la cubierta cuadrada.

Puse los flancos y los reuní.

Le puse seis cubiertas, 60

dividiéndola así en siete partes.

Dividí su piso plano en nueve partes;

martillé tapones para el agua dentro de él,

me procuré pértigas y me proveí de víveres.

Seis ‘sar’ de betún volqué en el horno,

y tres ‘sar’ de asfalto volqué adentro;

tres ‘sar’ de aceite trajeron los portadores de cestas,

además de un ‘sar’ de aceite que insumió el calafateo,

y de los dos ‘sar’ de aceite que el piloto guardó.

Sacrifiqué bueyes para el pueblo, 70

y maté una oveja cada día.

Mosto, vino rojo, aceite y vino blanco

dí a los obreros para que bebieran, como si fuera agua de río;

porque ellos debían festejar, como en el día de año nuevo.

Abrí el ungüento, poniéndolo sobre mi mano;

al séptimo día, el barco estaba totalmente hecho.

Botarlo fue muy difícil:

tuvieron que moverlo las palancas, hacia arriba y hacia abajo,

hasta que dos tercios de él habían entrado en el agua.

Todo lo que tenía lo puse sobre él: 80

toda la plata que tenía la puse sobre él,

todo lo que tenía de oro lo puse sobre él,

todos los seres vivientes que tenía los puse sobre él.

Hice subir a toda mi familia al barco.

Hice subir a las bestias del campo, las criaturas salvajes del campo.

Hice subir a todos los artesanos.

Shamash me había indicado un momento preciso:

“Cuando aquel que ordena inquietud (?) en la noche

haga caer una lluvia de tizones,

¡embárcate y cierra la entrada!”

Aquel momento preciso había llegado:

el que ordena inquietud (?) en la noche, hacía caer una lluvia de tizones. 90

Contemplé el aspecto del tiempo:

el tiempo era terrorífico de ver.

Me embarqué y cerré la entrada;

y para cerrar todo el barco, a Puzur-Amurri, el piloto,

lo dejé sobre la cubierta.

EL DILUVIO

Con el primer resplandor del alba

una nube negra apareció sobre el horizonte;

dentro de ella tronó Adad,

mientras Shullat y Hanish iban al frente de ella,

agitándose como heraldos sobre las colinas y la llanura. 100

Erragal derriba los postes;

delante viene Ninurta, y abre los diques del cielo.

Los Annunaki levantan las antorchas,

incendiando el país con su brillo.

La consternación que engendra Adad llega hasta los cielos,

convirtiendo en negrura todo lo que había sido luz.

¡El ancho país se destrozó como una olla!

Durante un día sopló la tormenta del sur,

ganando en rapidez a medida que soplaba, sumergiendo las montañas,

atrapando al pueblo como una batalla. 110

Ninguno podía ver a su compañero,

ni el pueblo ser reconocido desde el cielo.

Los dioses estaban asustados por el diluvio,

y retrocediendo, subieron al cielo de Anu.

Los dioses se ocultaron como perros

agazapados contra la pared exterior.

Ishtar gritó como una parturienta;

la querida de los dioses, de dulce voz, plañe:

‘Los viejos días, vaya, han vuelto al barro,

porque yo recomendé el mal en la Asamblea de los dioses, (120)

ordenando la batalla para destruir a mi pueblo,

¡cuando yo misma fui la que dió nacimiento a mi pueblo!

¡Como las huevas de los peces, ahora ellos llenan el mar!

Los dioses Annunaki lloran con ella;

los dioses, todos humillados, se sientan y lloran,

apretados sus labios, uno y todos.

Seis días y seis noches

sopla el viento del diluvio, como la tormenta del sur barre el país.

Cuando llegó el séptimo día,

el diluvio traído por la tormenta del sur se apaciguó

como al finalizar una batalla

donde él había luchado como un ejército. 130

CESA EL DILUVIO

El mar estaba calmo, la tempestad apaciguada, el diluvio había cesado.

Miré el tiempo: se había calmado,

y toda la humanidad había vuelto al barro.

El paisaje estaba llano como una azotea.

Abrí una escotilla, y la luz cayó sobre mi rostro.

Entonces, me incliné, me senté y lloré;

las lágrimas cayeron por mi cara.

Busqué las líneas de la costa en la anchura del mar:

en cada una de las catorce /var.: doce/ regiones,

sólo emergía una montaña.

Sobre el monte Nisir el barco se detuvo. 140

El monte Nisir sostuvo seguro al barco, sin permitirle movimiento alguno.

Un día, un segundo día, el monte Nisir sostuvo seguro al barco,

sin permitirle movimiento alguno;

un tercer día, un cuarto día, el monte Nisir sostuvo seguro al barco,

sin permitirle movimiento alguno;

un quinto y un sexto día, el monte Nisir sostuvo seguro al barco,

sin permitirle movimiento alguno.

Cuando llegó el séptimo día,

dejé libre una paloma y la envié.

La paloma fue, pero volvió;

como no había lugar a la vista para detenerse, ella volvió.

Después dejé libre una golondrina y la envié.

La golondrina fue, pero volvió;

como no había lugar visible para detenerse, ella volvió.

Después dejé libre un cuervo, y lo envié.

El cuervo fue y vio que las aguas habían menguado;

entonces come, grazna, da vueltas, y no vuelve.

Por lo tanto, dejé libres a todos a los cuatro vientos, y ofrecí un sacrificio.

Derramé una libación sobre la cumbre de la montaña;

saqué siete y siete vasos de culto;

sobre sus pedestales amontoné caña, madera de cedro, y mirto.

RITUAL DEL FIN DEL DILUVIO

Los dioses olieron el aroma,

los dioses olieron el dulce aroma; 160

los dioses se amontonaron como moscas en torno al sacrificador.

Cuando al fin llegó la gran diosa,

levantó las grandes joyas que Anu le había fabricado a ella, su querida:

‘Sí, dioses, tan seguramente como que tengo esta piedra preciosa sobre

mi cuello, no olvidaré;

recordaré estos días, no los olvidaré jamás.

Vengan los dioses a la ofrenda;

pero que no venga Enlil,

porque él, sin pensarlo, trajo el diluvio,

y entregó a mi pueblo a la destrucción.”

Cuando por fin llegó Enlil 170

y vio el barco, se encolerizó,

se llenó de cólera contra los dioses Igigi (“celestiales”):

‘¿Ha escapado algún alma viviente? ¡Ningún hombre debía

sobrevivir a la destrucción!’

Ninurta abrió su boca para hablar, diciendo al valiente Enlil:

‘¿Quién, salvo Ea, puede hacer planes?

Solamente Ea lo conoce todo.’

Ea abrió su boca para hablar,

diciendo al valiente Enlil:

‘Tú, el más sabio de los dioses, tú, héroe,

¿cómo pudiste tú, sin pensarlo, traer el diluvio?

¡Sólo sobre el pecador impón su pecado,

Sólo sobre el transgresor impón su transgresión!

Y así será indulgente, por miedo a que lo destruyan;

¡será cuidadoso, por miedo a ser desarraigado!

En lugar de que hicieras caer el diluvio,

¡ojalá un león hubiera aparecido para diezmar a la humanidad!

En lugar de que hicieras caer el diluvio,

¡ojalá un lobo hubiera aparecido para diezmar a la humanidad!

En lugar de que hicieras caer el diluvio,

¡ojalá hubiera acaecido una hambruna para raer a la humanidad!

En lugar de que hicieras caer el diluvio,

¡ojalá hubiera aparecido Erra (dios de la peste) para aplastar a la humanidad!

No fui yo quien descubrió el secreto de los grandes dioses;

yo hice ver a Atrahasis (Utnapishtim) un sueño,

y él conoció el secreto de los dioses.

¡Ahora, decidan lo que le corresponde!’

UM NAPISHTI Y SU ESPOSA, DEIFICADOS

A continuación, Enlil subió al barco;

tomándome de la mano, me desembarcó;

también desembarcó a mi esposa y la hizo arrodillarse a mi lado.

De pie entre nosotros, tocó nuestras frentes para bendecirnos:

‘Hasta este momento, Utnapishtim y su esposa han sido tan sólo humanos;

desde este momento, Utnapishtim y su esposa serán como nosotros los dioses;

Utnapishtim vivirá muy lejos, ¡en la boca de los ríos!’

GILGAMESH, UM NAPISHSTI Y SU ESPOSA

Pero en cambio a tí, Gilgamesh, ¿qué dioses te unirán a su asamblea 197

para que obtengas la vida que buscas?

A ver: ¡ensaya no dormir durante seis días y siete noches!”

Pero apenas Gilgamesh se acurrucó, 200

el sueño se apoderó de él como un huracán.

Um-Napishti se dirigió a su mujer en estos términos:

“Mira al hombre fuerte que desea la inmortalidad:

el sueño, como ráfaga viviente, se ha apoderado de él.”

La esposa del lejano Um-Napishti responde a su marido

estas palabras: 205

“Sacude a este hombre para que se despierte;

que retome sano y salvo la ruta que ha seguido;

la puerta del mundo que ha franqueado, que la cruce

de nuevo para entrar a su país.”

Um-Napishti responde a su mujer en estos términos:

“El sufrimiento de este hombre te causa pena; 210

¡pues bien! prepara su alimento y colócalo cerca de su cabeza.”

Y mientras Gilgamesh dormía sobre la terraza (?)

ella fue a cocer el alimento para colocarlo cerca de su cabeza.

Y mientras Gilgamesh dormía sobre la terraza,

ella dice a su marido:

“Ante todo ha de ponerse una porción de harina de su alimento;[1]

enseguida ha de extenderse la pasta; en tercer lugar, ella

ha de ser mojada; en cuarto lugar, el pastel se vuelve blanco;

en quinto lugar, la cocción toca a su fin; en sexto lugar está cocido,

en séptimo lugar...” En ese momento Um-Napishti sacude a

Gilgamesh, que se despierta.

Gilgamesh se dirige al lejano Um-Napishti en estos términos:

“¡Vaya! El sueño se había apoderado de mí;

pero de pronto, me sacudiste y me has despertado!

Um-Napishti responde a Gilgamesh:

“Mi mujer enumeraba los pasos de preparación de tu alimento, 225

diciendo: Ante todo ha de ponerse una porción de harina... /idem anterior/

en séptimo lugar... en ese momento, yo te he sacudido y

tú te has despertado.”

Gilgamesh se dirige al lejano Um-Napishti y le dice:

“¿Qué hacer, Um-Napishti, adónde ir? 230

¡Un demonio ha tomado posesión de mi cuerpo;

en la habitación donde he dormido habita la muerte,

y hacia donde me dirija, la muerte está!”

Um-Napishti habla a su barquero, Ur-Shanabi:

“Ur-Shanabi, vuelve a hacer la travesía; 235

este hombre que pasea por la ribera, embárcalo;

este hombre que has ido a buscar, ¿irá cubierto de manchas?

¿Ha de ocultar la belleza de su cuerpo una piel de animal?

Llévalo contigo, Ur-Shanabi, y condúcelo hasta el río;

que lave su ropa sucia, para que quede limpio; 240

que arroje su ropa de pieles de animal al mar,

para que se la lleve, y él pueda admirar su cuerpo;

que sea renovada la cinta de su cabeza;

que se vuelva a poner un vestido,

complaciéndose de su ropa pudorosa. 245

Hasta que regrese a su ciudad,

hasta que alcance el término de su viaje,

que su vestido no envejezca: que permanezca siempre nuevo.”

Ur-Shanabi lleva consigo a Gilgamesh, y lo conduce al río,

para que lave su ropa sucia hasta que quede limpia.

Gilgamesh arroja las pieles de animal con que estaba cubierto;

el mar las lleva,

y él puede admirar su propio cuerpo. 250

La cinta de su cabeza ha sido renovada;

ha sido cubierto por un vestido, y se complace de su ropa pudorosa;

y hasta que regrese a su ciudad,

hasta que alcance el término de su viaje,

su vestido no debe envejecer, sino permanecer siempre nuevo. 255

Gilgamesh y Ur-Shanabi han subido a la barca,

la han hecho flotar y han navegado!



[1] Texto del relato del Diluvio, desde aquí hasta la elevación de Um Napishti a la inmortalidad, según Pritchard, Evans. Ancient Near Eastern Texts. New Jersey, Princeton University Press, 1955. 2nd. de. Traducción del sumerio al inglés por Speiser.

[1]Pasaje diversamente interpretado: para algunos se trata de los diferentes tiempos de cocción del pan; para otros, una serie de operaciones mágicas..

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